¿Qué ocurre si unimos la pasión por las construcciones con la fascinación por las canicas? Pues que, efectivamente, multiplicamos la diversión, el aprendizaje y las posibilidades de juego hasta casi, casi el infinito. Planificar recorridos cada vez más complejos y sorprendentes, conseguir que las canicas hagan todo el recorrido sin paradas y sin necesidad de nuestra intervención, que el trayecto además tenga elementos de efecto mariposa (que su paso provoque el sonido de una campana, diferentes ruidos o movimientos externos a la canica...) y que las bolas aparezcan por donde nadie se espera...
Es todo un reto mental en el que ponemos todas nuestras neuronas a jugar y a disfrutar, mejorando la capacidad de planificación y análisis, el pensamiento deductivo y en 3 dimensiones, ganando agilidad mental y consiguiendo innumerables momentos de satisfacción, ya sea sólo o en compañía.
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